Santo Domingo.- La República Dominicana aún no se recupera del impacto por el colapso del techo de la discoteca Jet Set, una tragedia que dejó más de un centenar de fallecidos.
Sin embargo, mientras el país lamenta esa pérdida humana, otra amenaza estructural persiste a plena vista: el deterioro del puente de la 17 podría desencadenar un evento de consecuencias similares si no se actúa con urgencia.
El puente Francisco del Rosario Sánchez, conocido como el puente de la 17, es una vía esencial que conecta Santo Domingo Este con el Distrito Nacional.
Al igual que ocurrió con el techo de Jet Set, las señales de advertencia han estado presentes durante años, ignoradas por las autoridades responsables.
Hoy, las imágenes más recientes muestran estructuras metálicas corroídas, concreto colapsado y varillas expuestas, una combinación de factores que anticipa un posible colapso, tal como sucedió en el centro nocturno capitalino.
El caso de Jet Set ha demostrado que el deterioro estructural no es una advertencia simbólica, es una cuenta regresiva.
El colapso del techo durante una presentación en vivo, con más de 300 personas dentro del local, provocó la pérdida de 113 vidas, entre ellas figuras reconocidas como el exjugador de Grandes Ligas Octavio Dotel, el merenguero Rubby Pérez y la gobernadora Nelsy Cruz. Todo ocurrió en minutos.
Nadie anticipó la magnitud del desastre hasta que fue demasiado tarde. Hoy, el puente de la 17 expone una realidad paralela.
Las imágenes tomadas esta semana desde la parte inferior del puente muestran secciones completamente descubiertas, vigas fracturadas por la oxidación, y huecos abiertos en la losa superior.
No son fallas superficiales: se trata de un daño estructural avanzado, que compromete directamente la capacidad de carga de una vía por la que cruzan más de 100 mil personas al día.
A esto se suma la presencia de familias viviendo bajo el puente, en condiciones de alta vulnerabilidad, justo debajo de una estructura que amenaza con ceder.
A diferencia del techo de Jet Set, que colapsó de forma repentina en medio de un concierto, en el puente de la 17 el colapso se insinúa lentamente, a plena luz del día, sin que nadie tome decisiones firmes.
Expertos han advertido que las uniones soldadas presentan fisuras, las barandillas están corroídas, y la sobrecarga vehicular sobrepasa los límites para los cuales fue diseñado.
Pese a estas señales críticas, el puente solo cuenta con una caseta improvisada bajo su estructura, donde se observaron dos o tres trabajadores sin equipos, sin maquinaria y sin ninguna intervención técnica visible.
Lo que debía ser una zona activa de restauración, hoy parece un escenario vacío de acción real.
Los paralelismos con Jet Set son inevitables: advertencias ignoradas, estructuras vulnerables, omisiones en mantenimiento y ausencia de respuesta efectiva.
En el caso del centro nocturno, se desconoce aún la causa exacta del desplome, pero se sabe que la falta de revisión estructural y refuerzo oportuno jugó un papel determinante. Lo mismo podría ocurrir con el puente de la 17 si no se actúa con urgencia.
Según datos de la Oficina Nacional de Estadística, el municipio que depende de este puente supera el millón de habitantes, lo que resalta aún más su importancia para la movilidad y seguridad colectiva.
No se trata solo de una infraestructura vieja: se trata de una vía vital en condiciones críticas, cuya posible falla tendría un impacto devastador.
Desde hoy, la ciudadanía exige respuestas inmediatas, acciones concretas y una intervención estructural profunda antes de que otra tragedia sacuda al país, como ya ocurrió en Jet Set.
Las señales están ahí, tan claras como estuvieron antes del desplome. Ignorarlas podría convertir el puente de la 17 en el próximo epicentro de una tragedia nacional.



