Esta vez tuvimos algunos casos en los que los jóvenes subieron el motor a las redes sociales para venderlo, y luego recibieron una llamada de alguien que les decía que estaban interesados en comprarlo.
Bueno, resulta que el comprador le pidió al joven que buscara un lugar para comprar un motor, y cuando llegó, lo dejó probar para ver si funcionaba.
Fue entonces cuando los hermanos no tenían idea de dónde estaban sus motos y mucho menos los 35.000 pesos que pedían.